Ozzy Osbourne, en su despedida, hace dos semanas.
La partida de Ozzy Osbourne 
, ocurrida este martes el 22 de julio de 2025 a los 76 años, representa un golpe emocional para el mundo de la música. Rodeado por su esposa Sharon y sus hijos, el legendario frontman de Black Sabbath cerró su ciclo vital de la misma manera que solía encabezar sus shows: con intensidad, presencia y verdad.
Apenas semanas atrás, Ozzy ofreció su concierto final en Birmingham, sentado en un trono metálico, celebrando su pilar de “volver al comienzo” con una puesta en escena que lo despidió frente a 45.000 fans y millones que estuvimos conectados al streaming, porque en el fondo, sabiamos que esto era más que una despedida.
En el poker, como en la vida y en la música, el factor decisivo suele residir en atreverse: subir fichas, arriesgar el todo por el todo, mantener la compostura ante la adversidad. Ozzy personificó ese espíritu.
Desde los inicios de Black Sabbath en 1968 hasta su consagración en solitario con himnos como “Crazy Train” y “Paranoid”, Osbourne se enfrentó a la adversidad: adicciones, salud frágil, Parkinson. Jugó fuerte, salió al escenario y se mantuvo fiel a su estilo, así como un jugador de poker se revela ante las cartas una y otra vez, confiando en su instinto.
El Príncipe de las Tinieblas y el poker
Aunque Ozzy fue un ícono mediático que desfiló por escenarios, alfombras rojas y reality shows, nunca lo vimos repartir cartas ni lanzar una apuesta en una mesa de poker. Sin embargo, el universo del juego le rindió su propio homenaje: dos fichas conmemorativas que llevan su rostro como si fueran medallas de guerra. Una edición limitada de US$5 del casino Palms, vibrante y oscura como su legado.
Y una gloriosa ficha de US$100 del Hard Rock Hotel & Casino, lanzada en honor a su concierto del 2003.
Ambas piezas no solo son objetos de colección: son testimonio de que Ozzy, incluso sin jugar, ya había ganado.
También circula una ficha de poker de Black Sabbath firmada por todos los integrantes:
Realmente Ozzy mordió un murciélago
Sí, Ozzy Osbourne realmente mordió la cabeza de un murciélago, aunque creyó que era de juguete. Ocurrió el 20 de enero de 1982, durante un concierto en Des Moines, Iowa, cuando un fan lanzó al escenario lo que parecía ser un murciélago de goma. Ozzy, fiel a su espíritu provocador, lo levantó y le arrancó la cabeza de un mordisco… solo para descubrir horrorizado que el animal era real. El show continuó, pero él fue llevado de inmediato al hospital, donde recibió varias inyecciones contra la rabia.
Más tarde, el propio Ozzy relató que jamás imaginó que el murciélago estuviera vivo, y que incluso “el condenado lo mordió de vuelta”, como contó entre risas en el documental The Nine Lives of Ozzy Osbourne. También lo detalla en su autobiografía, donde reconoce que el tratamiento posterior no fue nada divertido.
Ese momento, tan bizarro como icónico, se convirtió en una de las escenas más recordadas de la historia del rock. No fue una leyenda urbana, ni una actuación premeditada: fue Ozzy, en estado puro. Un acto impulsivo, surrealista y salvaje que cimentó su figura como el “Príncipe de las Tinieblas” y símbolo de una era en la que el rock era exceso, irreverencia y, sobre todo, autenticidad.
Muere un hombre, pero su legado es eterno
La partida final de Ozzy fue un all‑in emocional. Puso todas sus fichas sobre la mesa, construyó su leyenda con cada riff y cada aplauso, y se retiró en victoria, dejando una jugada maestra: su legado. En las mesas de poker, cuando un jugador leyenda baja la bandera, los demás lo recuerdan no solo por haber ganado torneos, sino por haber jugado cada mano con pasión.
Hoy, rendimos homenaje a un gigante que inspiró generaciones con su valentía, su honestidad, su potencia. Ozzy Osbourne no solo dejó música: dejó enseñanzas para cualquier amante del riesgo, del arte y del juego.
¡Hasta siempre, Principe de las Tinieblas!
Imagen de portada cortesía de: Ross Halfin.