
Cuatro décadas de consistencia absoluta.
En el podcast Risky Business, el legendario Erik Seidel , diez veces ganador de brazalete WSOP, abrió el corazón sobre su filosofía en el poker. Con más de tres décadas de experiencia, explicó que su longevidad no se debe a un secreto oculto, sino a una mentalidad sencilla y poderosa. “Tengo una regla de no sufrimiento. Si me despierto cansado, simplemente no juego. No quiero estar infeliz en la mesa”, dijo con firmeza.
Para Seidel, la clave está en elegir cuándo competir. No se deja arrastrar por el calendario ni por la presión de sumar títulos. “En la Serie Mundial hay torneos todos los días, pero si siento que no tengo energía, no me siento. Prefiero perder un torneo que perder la alegría de jugar”, comentó. Su enfoque contrasta con la obsesión de muchos por los brazaletes: “Siento que ya tengo suficientes. No necesito perseguirlos ni probar nada a nadie”.

Erik Seidel en el heads up de la WSOP 1988 con Johnny Chan.
El poker moderno y el ego en segundo plano
El camino de Seidel comenzó mucho antes de convertirse en una leyenda. En el Mayfair Club de Nueva York descubrió el backgammon y luego el poker, que con los años se transformó en su profesión. “Al principio éramos todos terribles, y eso fue bueno para mí porque me permitió aprender sin presión”, recordó. Esa base lo llevó a dejar atrás un ambiente que no disfrutaba en Wall Street: “Sentía que ahí te premiaban por tratar de joder al otro. El poker, en cambio, tenía camaradería y un ambiente mucho más sano”.
Hoy, en un circuito marcado por la teoría computarizada, Seidel se enfrenta a una generación de jugadores que crecieron estudiando con solvers. En lugar de verlo como una amenaza, lo asume como un reto. “Los ordenadores hicieron el juego más difícil, pero también más interesante. Es divertido sentarse con chicos increíblemente buenos y ver cómo evoluciona todo”, explicó. Incluso reconoce que se siente parte fan, parte competidor: “A veces me siento en la mesa y pienso: wow, estos tipos son geniales, qué divertido es estar aquí”.
Parte de su vigencia proviene de su capacidad para controlar el ego. Mientras otros fuerzan la máquina para perseguir brazaletes o demostrar que pueden con cualquier field, Seidel elige el equilibrio. “Si un torneo no me entusiasma o me siento cansado, no lo juego. No necesito demostrar nada”, señaló. Para él, lo esencial no es el volumen ni la obsesión por las cifras, sino la calidad del tiempo invertido en la mesa.
El recuerdo de 1988 y una lección eterna
El público lo recuerda por su segundo puesto en el Main Event WSOP de 1988 frente a Johnny Chan , inmortalizado en la película Rounders. Aunque para muchos quedó como una derrota icónica, Seidel lo vive de otra manera. “Todavía es uno de mis torneos favoritos. No me importó perder. Lo que me quedó fue la experiencia de darme cuenta de que podía competir con los mejores”, aseguró.
Más allá de ese episodio histórico, el neoyorquino nunca perdió la capacidad de aprender. Reconoció que en sus primeros años fue “bastante temerario”, jugando por intuición y lecturas rápidas. Con el tiempo, desarrolló la disciplina de observar cada detalle: “La gente te enseña cómo ganarle si sabes observar. Ese es el gran secreto”, explicó como consejo final a los nuevos jugadores.
Ese equilibrio entre pasión, humildad y disciplina es lo que lo mantiene vigente después de más de 35 años. Seidel no solo es uno de los más grandes por sus títulos, sino porque entiende el poker como un espacio donde la resiliencia, el disfrute y la capacidad de aprendizaje son tan importantes como las fichas sobre la mesa.