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Andrew Lichtenberger: “No juego para ser libre, juego porque amo el poker”

Andrew Lichtenberger

Con más de US$21.000.000 en ganancias en torneos en vivo, un brazalete de la WSOP y un título del WPT, Andrew Lichtenberger Flag of Estados Unidos, conocido como LuckyChewy, es uno de los jugadores más respetados del circuito. Pero en su paso por el podcast 888Ride dejó claro que su vida no se mide solo en fichas y premios.

No juego para ser libre, juego porque amo el poker”, resumió sin titubeos. No ve al poker como una herramienta para llegar a otra parte, sino como un fin en sí mismo. “Quienes hacen algo solo para conseguir otra cosa se están perdiendo la pasión que hay en el presente”, afirmó.

Durante años, Lichtenberger evitó el uso de solvers. “No quería que me quitaran la creatividad. No entré al poker para jugar ajedrez”, confesó. Pero su postura cambió durante la pandemia: “Me abrí. Estudié. Y fue muy fructífero. Aprendí a integrar la técnica moderna con mi intuición”.

Con el tiempo, entendió que conocer las estructuras del juego no limita, sino que potencia la libertad: “Cuando sabes cuándo apostar grande o cuándo pequeño, tu intuición tiene más espacio para fluir”. Para él, el equilibrio entre la teoría y la percepción es donde nace el verdadero poker.

También habló sin filtro sobre sus fracasos empresariales. Intentó lanzar una marca de ropa de yoga, un sitio de poker en India y un centro holístico en Texas. “Pensé que por ser buen jugador podía triunfar en todo. Pero no entendía nada de negocios”, reconoció.

Sus errores no solo fueron técnicos, también personales: “A veces ignoré mi intuición porque otros imponían sus ideas. Aprendí que tener buenas ideas no basta si no te dejan expresarlas”. Y dejó una reflexión poderosa: “Hay que dejar de sentir vergüenza por fallar. Es parte de la vida. Se aprende mucho más de un fracaso que de un éxito”.

Andrew Lichtenberger y cómo seguir amando el poker después de 20 años

Con dos décadas en el circuito, Lichtenberger asegura que su motor sigue siendo interno: “Me interesa lo que ocurre dentro de mí cuando juego. Si estoy alineado con la realidad. Si veo lo que realmente está pasando o me estoy engañando”. Cada sesión es una oportunidad para conectar con su conciencia. “El poker me sigue enseñando sobre mí mismo. Me muestra cuándo estoy en ‘flow’ y cuándo no”, explicó.

Reconoce que la cultura del poker ha cambiado. “Antes era un espectáculo, ahora es más un deporte mental. Y eso está bien, pero creo que podemos recuperar el espíritu comunitario”. Por eso, reveló que está planeando un evento tipo Poker Con: “He conocido tantos fans con una pasión increíble. Quiero crear un espacio donde esa energía se pueda compartir, con charlas, paneles, y algo que nos recuerde por qué amamos este juego”.

Fuera de las mesas, LuckyChewy cultiva una vida poco común. Estudia violín desde 2018, es amante de la escalada y convive con dos palomas como mascotas: Blanca y un macho de plumaje marrón. “Blanca reconoce mi voz. Cuando entro, empieza a piar. Son más inteligentes de lo que uno cree”, contó. Las deja volar libres por su casa y han creado una rutina en armonía.

Sus pasiones no son un escape del poker, sino parte de su identidad: “Soy una persona creativa. Si no hubiese encontrado el poker, probablemente habría hecho diseño gráfico. Para mí, jugar bien también es un acto creativo”.

Incluso su experiencia como CEO en el proyecto Octopi, que terminó dejando, estuvo marcada por la búsqueda de autenticidad: “Yo quería que tuviera ese toque intuitivo, yogui. Pero sentí que no podía expresar mi visión. Y si no puedo ser yo mismo, no tiene sentido seguir”.

Con serenidad, concluyó: “Si algo me entusiasma y no hay un peligro claro, lo persigo. A veces sale bien, a veces no. Pero vivir así me hace sentir en paz con lo que soy”.

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